SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO
SANTOS Y BEATOS DEL PERÚ
SANTO
TORIBIO DE MOGROVEJO, Segundo Arzobispo de Lima y Patrono de todos los obispos
de América
El
23 de marzo de cada año recordamos a Santo Toribio de Mogrovejo, Patrono del
Episcopado Latinoamericano y llamado “Santo Padre de América”. Defendió a los
indefensos y explotados durante la colonia española en América y convocó
numerosos sínodos y concilios que trajo buenos frutos en el Virreinato del
Perú.
Confirmó
a Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, San Juan Macías y contó con el
apoyo del misionero San Francisco Solano.
Toribio
Alfonso de Mogrovejo nació en España hacia el 1538. Estudió derecho y fue
profesor en la Universidad de Salamanca. Siendo laico, el rey Felipe II lo
nombró principal juez de la Inquisición en Granada.
Por
sus cualidades humanas y su virtud, fue propuesto al Papa Gregorio XIII como
Arzobispo de Lima, que en ese entonces comprendía gran parte de Sudamérica
hispana. Aunque humildemente Santo Toribio se resistió, con dispensa papal
recibió las órdenes menores y mayores, siendo consagrado Obispo en 1580.
Toribio:
Arzobispo de Lima
Se
embarcó para América y al llegar al Perú de inmediato se preocupó por restaurar
la disciplina eclesiástica y se enfrentó abiertamente a los conquistadores,
personas de poder y sacerdotes que habían cometido o permitido abusos contra
los nativos.
Esto
hizo que fuera perseguido por el poder civil y que lo calumniaran, pero él
siguió en su defensa por los pobres, argumentando que a quien siempre se debía
tener contento es a Cristo y no al Virrey.
Construyó
iglesias, conventos, hospitales y abrió el primer seminario en América Latina,
que se mantiene hasta hoy. Estudió las lenguas y dialectos locales para poder
estar más cerca de sus fieles y comunicarse con ellos, lo que favoreció en el
incremento de las conversiones.
Con
el fin de evangelizar, viajó por lejanas ciudades y lugares, caminando o
montado a caballo, muchas veces solo y exponiéndose a las enfermedades y
peligros. Cierto día se le acercó un mendigo y como no tenía qué darle, le
entregó sus camisas.
Convocó
tres concilios o sínodos provinciales y se ordenó imprimir el catecismo en
quechua y aymara. Además celebró trece sínodos diocesanos que ayudaron al
cumplimiento de las normas del Concilio de Trento y a la independencia de la
Iglesia del poder civil.
A
sus 68 años, Santo Toribio cayó enfermo y partió a la Casa del Padre el Jueves
Santo del 23 de marzo de 1606. En su testamento dejó a sus empleados sus
efectos personales y a los pobres, el resto de sus propiedades.
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