La Virgen del Carmen Madre de todos
Muchas
son las advocaciones con las que invocamos a María. La Virgen del Carmen ha
sido una de las devociones más populares durante setecientos años. Muchos
cristianos se han sentido protegidos por María con el Escapulario. El
escapulario es un signo especial de la protección de María, madre y hermana nuestra.
El Escapulario del Carmen nos compromete a vivir como María, a ser personas
orantes, a estar abiertos a Dios y a las necesidades de los hermanos.
María
fue la favorecida de Dios, la "llena de gracia". Sabía que el Señor
estaba con ella, sentía su presencia. Dios se había fijado en su humildad y
cuidaba de ella. Estaba arropada por la fuerza de Dios. No podía temer a nada
ni a nadie. María conocía el corazón de Dios, sabía de su infinita
misericordia. Por eso, lo alababa y adoraba. Vivía de Dios, con Dios y para
Dios.
Concibió
y dio a luz a su hijo, "el Hijo del Altísimo" a quien puso por nombre
Jesús, Salvador de cada pueblo y de todos aquellos que creen en él. En su
vientre había llevado a Jesús y facilitó que estuviera en su corazón durante
toda su vida.
María
fue una mujer sencilla. Todos los necesitados tenían cabida en
su corazón. Sin demora ni tardanza se puso en camino para atender a su pariente
Isabel, para llevarle al Dios de la vida, para asistirla y ayudarla.
María
tiene muchos títulos. Entre todos ellos, todos hermosos y grandes, sobresale el
de ser Madre de Cristo y Madre nuestra. María es Madre de la Iglesia. Como dice
Pablo, sufre por ella dolores de parto hasta ver a Cristo formado en cada uno
de los creyentes. Ella cuida de sus hijos, como buena madre, durante la vida y
en la hora de la muerte. Ella ayuda a caminar con Jesús y a esperar hasta el
final.
María
estuvo junto a su hijo en todos los momentos de su vida. En las alegrías y,
sobre todo, en el momento de la cruz. Lo acompañó hasta la tragedia final del
Calvario. Ella, la Dolorosa, también está cercana a nuestras penas y
sufrimientos cotidianos. Los pobres, los enfermos, los que sufren, alcanzan de
María la fuerza y ayuda para sobrellevar con fe una vida plagada de
dificultades.
La
historia y la leyenda nos han mostrado a la Virgen del Escapulario siempre
cercana a todos aquellos que, viviendo momentos difíciles y amargos, han acudido
a ella pidiendo su protección.
Llevar
el Escapulario de la Virgen del Carmen es ponerse, como ella, un vestido nuevo,
el ropaje de la fe, de la alegría...
Sí,
hemos sido revestidos de Cristo y, como María, debemos permanecer fieles a Dios
hasta el final.
Comentarios
Publicar un comentario